viernes, 28 de agosto de 2015

Mueren y mueren y vuelven a morir





Mueren y mueren y vuelven a morir, asfixiados, ahogados, desamparados, unos en familia y otros en soledad. En bodegas, en camiones, en el mar…
Salieron de su país, abandonaron sus casas, sus costumbres, lo dejaron todo.
Huyen de la guerra, del hambre, de las injusticias y no los queremos, no los acogemos, no hay sitio para tanta gente. Y yo me pregunto ¿será verdad?
Esto de las fronteras, ¿cómo es? porque cuando se vuela alto, no se ven.
Salía de mi casa con mi familia y pasó un coche de un centro de acogida. El jovencito que iba en el interior tuvo el suficiente tiempo de mirar, de pensar y de comprender que eso es lo que él había venido a buscar a la tierra prometida. Tendría 14 años.
Me sentí atropellada y no salí ilesa.
Un nuevo éxodo, un nuevo vía crucis que sufren millones de personas y nosotros impasibles, sin actuar. No nos afecta y no protestamos.
¿Es tan difícil ponernos en el lugar de los crucificados que arrastran sus vidas por unas vías,  qué se suben a una patera, a un tren, o a un avión? ¿No nos reconocemos en sus rostros?
Solo le pido a Dios que tanto dolor no me sea indiferente, como dice la canción. Y a todos ellos, mil millones de veces, perdón.
 
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por Ángeles Mantecón

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