martes, 12 de marzo de 2013

Conclave definitivo para la Iglesia


Hoy martes, 12 de marzo, empieza en Roma, dentro de la Capilla Sixtina, uno de los acontecimientos importantes de la Iglesia Universal. Se iniciará lo que se conoce  como “Cónclave” en el que más de 115  Cardenales elegirán al sucesor de Benedicto XVI, quien renunció el pasado mes de febrero. Como ha señalado el Cardenal emérito de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, “no importa de dónde sea el Papa; Dios sabe todos los idiomas”.   Se va a elegir un Pastor, no un tecnócrata. Hay que implorar al Espíritu Santo para que  los cardenales electores designen el Papa que necesita la Iglesia del Siglo XXI. Por ello me permito transcribirles el artículo, publicado, en el número de este mes de marzo de “Iglesia al Día”, y que ofrecemos a continuación:

                                             
RETRATO   ROBOT
Todo hace indicar que en la segunda quincena del mes de marzo  conozcamos al sucesor de Benedicto XVI, tras la sorprendente renuncia a su responsabilidad, renuncia que se hizo efectiva como ya adelantara el propio Josep Ratzinger, a las 8 de la tarde del pasado 28 de febrero. Aun contradiciendo al actual portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino de que “el Espíritu Santo no actúa con retratos robots”,  vamos  a referirnos  a cómo imaginamos al sucesor del Papa que saldrá del  inminente cónclave cardenalicio.
Sin duda alguna, tras este breve Pontificado de Benedicto XVI, --que podría ser calificado como de transición, pero no ha sido  así del todo--, para la Iglesia del recién comenzado siglo XXI se  abre unas expectativas importantes y de calado para toda la Humanidad. La Iglesia, a pesar de sus detractores, tiene un trascendente papel en la Historia y por consiguiente  en el devenir del ser humano. Teniendo en cuenta  la personalidad de Benedicto XVI, creemos que su figura  será  clave para la elección de un papa nuevo, que ponga “la velocidad de crucero” para esta nueva etapa en la que ha entrado la Humanidad.
A partir de ahora el mundo necesita de una Iglesia más cercana a sus problemas, a sus inquietudes y a  sus desesperanzas. Benedicto XVI ha dejado el camino expedito para el nuevo “jefe” de la Iglesia Universal; digamos que ha “limpiado el interior de la casa” y ha dejado las manos libres para su sucesor.  El  nuevo Papa debe ser un hombre al tanto de la cultura del mundo moderno. Ratzinger ha sido un hombre culto, conocedor de la cultura de nuestro mundo actual en el auténtico sentido del término. Sin embargo su sucesor debe ser un hombre que conozca bien lo que está pasando en el planeta, los cambios culturales que se están dando, los cambios en la percepción de la antropología y de la historia,  siendo capaz de dialogar con el mundo actual.
El nuevo Papa debe ser un reformista dentro del camino ya trazado por el Concilio Vaticano II y por la  constante ideológica de la Doctrina Social de la Iglesia. Debe producir reformas  sustanciales en el manejo de la Curia Romana. Como se sabe la Curia vaticana es el equipo inmediato que rodea al Pontífice para guiar a la Iglesia en todo momento. Como ha señalado más de un experto, en el interior de esta Curia debe darse una reforma a fondo, para que sean Consejos y Congregaciones mucho más conscientes del momento actual, de tal modo que puedan ayudar mucho más a la Iglesia a seguir con la tarea de la nueva evangelización.
Debe ser joven, con fuerzas  suficientes para enfrentarse a la complejidad de nuestra sociedad, y afrontar el desafío de un mundo cada vez más secularizado y reformar una Iglesia- quizás un tanto conservadora- tras los dos últimos pontificados. En definitiva, se abre la puerta a un Papado fuerte, largo en su duración y con una voluntad clara de aplicar no solo los dictados del Vaticano II sino las directrices del reciente Sínodo Universal, celebrado en Roma el pasado mes de octubre. En su clausura, Benedicto XVI dijo que la nueva evangelización concierne a toda la Iglesia, sin miedos ni pesimismos.
Al Espíritu Santo le dejamos la labor de elegir a ese candidato, sin reseñarle nacionalidad, edad, color de piel o procedencia. Lo “otro”  lo dejamos para las casas de apuestas, que ya  han  comenzado a “trabajar” con visión materialista y superficial.

Por Sebastián Sarmiento Domínguez
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