Hoy es un día para hablar desde el corazón después de lo
vivido ayer por la tarde con la elección del nuevo Papa: S. S. Francisco I.
Desde el corazón porque los cristianos hemos vivido con mucha emoción este
momento tan singular para la vida de la Iglesia y porque, desde el mismo
momento en que lo vimos salir por el balcón de San Pedro, hemos puesto nuestro
corazón con él. Han sido muchos ratos de oración y muchas esperanzas y Dios… ha
respondido: será una bendición para la Iglesia y el mundo. Lo de menos es si el
cónclave ha respondido a las expectativas o si no entraba en el grupo de
favoritos según las cábalas mediáticas porque desde ayer, ya tenemos al que
ostenta el ministerio de la unidad: el sucesor de San Pedro número 266.
El Cardenal Bergoglio ya era muy conocido porque muchos le
atribuían cierto favoritismo en el anterior cónclave del que salió como Sumo
Pontífice Benedicto XVI, pero nadie lo había destacado para el que comenzó el
martes pasado. Quizá por eso, como en tantas ocasiones, se ha vuelto a producir
una sorpresa generalizada; una sorpresa que tiene que ver más con los planes de
Dios que con las preferencias ideológicas o políticas. Para la Iglesia,
podríamos decir, que se trata de una sorpresa que respira cierta complicidad porque
desde la fe se intenta mantener siempre un cierto abandono confiado en la
acción del Espíritu Santo. Para el resto del mundo, quizá se trate de una
sorpresa inicial por tratarse de un «no favorito» pero creo que se irá
agudizando al darse cuenta, paulatinamente, de la bondad y la sencillez del
nuevo Papa.
Efectivamente, tuve la oportunidad de conocer a Mons.
Bergoglio cuando estaba estudiando en Roma. Fue un encuentro breve y entre
mucha gente que quería saludarlo, pero me dio la impresión de encontrarme ante
un hombre de Dios, bueno y sobre todo, sencillo… muy sencillo. Esta impresión
se ha ido confirmando después de su elección con la cantidad ingente de
testimonios que han ido saliendo en la televisión y en las redes sociales. Y ya
se sabe que la sencillez, como se puso de manifiesto con los anteriores
pontífices, tiene algo de desconcertante, de ilógico o imprevisto, casi diría
que la sencillez puede llegar a «romper esquemas». Por eso, creo que la
sorpresa se irá haciendo cada vez más grande y sin que podamos perfilarla o
adjetivarla.
Personalmente, creo que estamos ante la sorpresa que Dios ha
regalado al mundo del siglo XXI y de nuevo, desde el corazón, espero que todos
estemos abiertos, ajenos a los tópicos y a las preferencias ideológicas, a la
fuerza rompedora con que el Espíritu se mostrará a través de la bondad y
sencillez, de Francisco I, Papa.
Por Juan Jesús García Morales
-------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario